lunes, 18 de agosto de 2008

El largo adios de un maestro

Para mi manera de ver las cosas, la novela negra tiene un nombre por sobre todo: Raymond Chandler.

Nació el 22 de julio de 1888 en Chicago, pero creció y fue educado en Inglaterra tras el divorcio de sus padres. En el Dulwich College, estudió asignaturas clásicas y modernas, y recibió sólidos conocimientos en el arte de escribir. Se hizo súbdito británico en 1907.


Soldado al servicio de los Gordon Highlander de Canadá, empleado de banco, periodista, ejecutivo de una firma petrolera, acosador de secretarias, suicida frustrado, Chandler pertenece a la galería de escritores norteamericanos cuyas vidas terminan reflejadas en sus novelas. Creador de Philip Marlowe, un duro y melancólico detective privado que se mueve en una ciudad en la que nunca termina de encajar.

Trabajó como reportero para el London Daily Express y para la Bristol Western Gazette (1908-12). Publicó 27 poemas y su primer relato The Rose Leaf Romance, antes de regresar a los Estados Unidos.

Luego de participar en la Primera Guerra Mundial regresó a California, donde viviría el resto de su vida. Al morir su madre en 1924 se casó con Pearl Cecily Bowen (Cissy), casi dieciocho años mayor que él, con quien compartirá tres décadas de su vida, hasta la muerte de ella en 1954. Cissy y sus queridos gatos -nunca tuvo hijos- fueron su compañía cotidiana, y en 1933, a los 45 años, con ayuda de Cissy, se dedicó enteramente a la escritura.

Era un escritor lento, pasó cinco meses escribiendo su primer relato, Blackmailers Don't Shoot, que apareció en el número de Diciembre de 1933 de la revista Black Mask y desde entonces no abandonó el género que le convertiría en un clásico.

Comenzó imitando a Hammett pero la principal deferencia entre los dos es la oposición entre el estilo seco, distanciado y carente de emoción de Hammett y el desesperado romanticismo que impregna los relatos de Chandler, que encuentra su máxima expresión en el personaje de Philip Marlowe.

En esos relatos (y en los de otros escritores como Dashiel Hammett) está la auténtica génesis de la novela negra norteamericana, un género que, a diferencia del inglés, pone al desnudo los vicios y las ambiciones de la sociedad capitalista, una sociedad donde el dinero y la búsqueda del poder aparecen como los auténticos motores de las relaciones humanas, con su secuela de crímenes, marginación e injusticia.

Si en el relato policial inglés lo que importaba era "quién" cometió un crimen, en la novela negra norteamericana lo fundamental era desentrañar "por qué" alguien había sido asesinado.

A los 51 años apareció su primera novela, El sueño eterno (1939). En esta historia introducía a Philip Marlowe, un maduro detective privado de 38 años, hombre de honor y un caballero moderno, con una cierta educación. En esta historia, Marlowe se mueve por el lado oscuro de Los Angeles en los años 30 y ayuda a salvar de un infarto a un millonario rescatando a su hija de una posible trama de chantaje.


Hacia 1941 había publicado una veintena de cuentos que recuperó años más tarde en sus novelas. Le gustaba decir que "canibalizaba" sus viejas historias y las volvía oro. En 1943 se le propuso trabajar en el guión de Double Indemnity (Perdición), sobre la novela de James Cain. Aunque Billy Wilder y Chandler no se llevaban muy bien, Wilder reconoció rápidamente su habilidad como guionista. Philip Marlowe se convertiría (junto con Sam Spade, de Hammett) en el prototipo de detective de los años 30-50. Solitario, melancólico y escéptico, y a la vez tierno, cínico, desencantado y una buena persona, Marlowe será una suerte de alter ego de Chandler, un Quijote que enfrenta una sociedad que no comprende sólo armado con su insobornable ética y su dignidad personal.

El desmoronamiento progresivo de Marlowe (en Poodle Springs, la última novela inconclusa del escritor, aparece casado con una millonaria) es paralelo al de Chandler en los últimos años de su vida, luego de la muerte de su esposa. El pobre Marlowe anda siempre metiéndose en líos intentando ayudar y saliendo cada vez más escaldado. La fuerza del personaje, y la calidad de las novelas de Chandler propiciaron que la gran mayoría acabaran siendo adaptadas a la gran pantalla.


Su obra, notable, incluye las novela El sueño eterno (1939), Adiós muñeca (1940), La ventana siniestra (The High Window, 1942), La dama del lago (1943), El largo adiós (1953), una de las grandes novelas norteamericanas del siglo, y guiones cinematográficos como Double Indemnity (Perdición), dirigida por Billy Wilder, y Extraños en un tren (1951), basada en la novela de Patricia Highsmith, de Alfred Hitchcock. Como guionista o novelista es uno de los escritores norteamericanos que ha tenido una relación más fluida con el cine. Al borde del abismo, de Howard Hawks, basada en El sueño eterno, es un auténtico clásico.

Con el correr de los años se convertiría en el más alto exponente de la novela negra norteamericana y en uno de los más grandes escritores de ese país en este siglo.
Después de la muerte de su esposa, en 1954, el escritor entró en un estado depresivo que incrementó, su alcoholismo e incluso provocó dos frustrados intentos de suicidio. Falleció en La Jolla, California, el 26 de marzo de 1959, a los setenta años.

El largo adiós es la más representativa de sus novelas, la trama es secundaria, a pesar de vestirse con la ropa de una novela policíaca. Desarrollada en la soleada California, eas ciudad maravillosa y que Chandler sabe desdibujar en la sordidez que en ella habita. Marlowe que mira las cosas atravesándolas, con una constatación triste y poderosa, se mueve por esta escenografía de papel, falsa y acartonada, como un gato entre los cristales.

Envuelto en una atmósfera de cinismo se devuelve sarcástico a la vida. La amistad, ese tesoro preciado, solo se encuentra unas pocas veces y la traición descansa en cada recodo del camino. El amor es esquivo y se comporta como un asido que se prende a la piel y corroe la dureza de espíritu que tanto trabajo dio conseguir. En esta novela Marlowe se sentirá solo como en ninguna otra a pesar de conocer la amistad y el amor en dosis suficientes como para dejarnos el sabor amargo de lo que no pudo ser.

Y como el mismo Marlowe recita en el final de la novela:

“Después partí. En la frontera nadie me dirigió ni una mirada, como si mi rostro tuviera tanta importancia como las manecillas de un reloj”.

Nos despedimos de esta novela maravillosa citando a su autor que hablando de si mismo decía:

"Paso por ser un escritor insensible, pero eso no tiene sentido. Es simplemente una manera de proyectar. Personalmente soy sensible y hasta tímido. A veces soy cáustico y belicoso en extremo; otras absolutamente sentimental. No soy un ser sociable porque me aburro con mucha facilidad, y el término medio nunca me satisface, ni en la gente ni en ninguna otra cosa..."


1 comentario:

calamardo dijo...

tarde pero seguro 2: como nadie escribio un comentario sobre este post? es que nadie leyo a chandler? es que nadie se identifico con marlowe? no hay ningun perdedor por ahi?
el largo adios es la mejor novela de chandler y una de las mejores que lei en mi vida. tambien entra al top ten. con el nombre de la rosa, la tierra permanece y el tambor de hojalata.
chandler siempre esta. quizas en la proxima copa.
saludos, calamardo.